junho 11, 2012

María de Jesús Tomelín Medina del Campo, concepcionista (+


María de Jesús Tomelín, concepcionista (1579-1637)
 
                 

María nace en Puebla, México, el 21 de febrero de 1579. Su papá, Sebastián Tomelín, es de Valladolid, España, y su mamá, Francisca del Campo, de Ciudad de México. María es la mayor de varios hermanos. Durante el embarazo de su primogénita, Francisca, que tiene gran devoción a la Virgen María, con cariño le ofrece la niña que está por nacer. A ella acude Francisca, invocándola cuando al octavo mes de embarazo fue atropellada por un caballo y salió ilesa. A ella también se acoge, cuando su esposo se bate a duelo y felizmente las cosas terminan bien, dándose la mano, los dos caballeros. Se cuenta que la Virgen María se apareció a Francisca, consolándola y acariciándole la cabeza, y diciendo con ternura: “Hija mía, no temas, yo te ayudaré y tomaré a mi cuidado la niña que tan de corazón me has ofrecido”
Cuando María tenía unos seis años, como muchos niños que crecían en un ambiente cristiano, disfrutaba la lectura de vidas de santos. Y cuando leyó la vida de Juan Bautista le entraron deseos de hacer vida de ermitaña. Y un día se escapa de su casa con uno de sus hermanitos, dispuestos a comer panecitos que llevaban consigo y hierbas del campo. Hasta llevaban un cuadrito con la imagen de la Virgen María y el niño Jesús para rezar juntos. El papá los encontró días más tarde y los regresó a casa. Deseos de niña que serán germen de otros anhelos años más tarde.
El tiempo pasa y María es ya una señorita. Cuando ella expresa a su padre su deseo de ser religiosa, Don Sebastián se enoja mucho y muestra su desacuerdo. Además, culpa a su esposa de la vocación de su hija. Él tenía otros planes para ella, queriéndola casar con un caballero importante de la ciudad. Ante la actitud de su papá y la insistencia de éste, en presentarle pretendientes, María cae enferma. Don Sebastián reza por la salud de María, prometiendo no estorbar a su vocación. Pero al recobrar María la salud, su papá insiste de nuevo en casarla. María se enferma de nuevo…y así varias veces. María, valiente, sigue fiel al llamado que siente en su interior. Las cosas se agravan en el hogar. Y un día, ante la firmeza de María, su papá, fuera de sí, le lanza un puñal que afortunadamente se clava en un armario. Después de esto, Doña Francisca acepta ayudar, en secreto a su hija, a que realice la vocación a la que se siente llamada. María quiere ser religiosa en el Convento de la Limpia Concepción de María. Doña Francisca toma contacto en secreto con el Obispo y con la superiora del convento.
Un día María y su mamá dicen que quieren ir a misa. Salen de la casa, muy vigilados por uno de los hermanos de María. Al llegar frente convento de la Concepción, María dice que tiene mucha sed y pide a su hermano le deje llamar para pedir un vaso de agua. El muchacho no quiere pero ella, logrando que se acercaran al torno, acaba escapándose, suelta la mano y corre hacia la puerta del convento. Las religiosas, ya preparadas, la introducen dentro. El enojo de Don Sebastián durará algún tiempo. La gracia de Dios obra a través de la oración de María y de Doña Francisca. Don Sebastián más adelante, visitará con cariño a su hija en el convento. María toma el habito en mayo de 1598 a los 19 años, con el nombre de María de Jesús.
María de Jesús había vivido desde pequeña, por gracia de Dios, en una gran intimidad con Dios, con Jesús, y con la Virgen María, quienes se comunicaban con ella, manifestándole sensiblemente su ternura y amor. Al poco tiempo de tomar el hábito, irá percibiendo, que el camino de la santidad, al que estamos todos llamados, es una senda que no está exenta de noches obscuras.
María de Jesús vivirá, en los comienzos de su vida religiosa, en una gran aridez. Incluso se preguntará si esta decisión ha sido la correcta, si su felicidad no estaría en regresar a su casa haciendo felices a los suyos y donde seguro haría también un gran bien. Las tentaciones más duras las sufrirá dudando si los favores que había recibido eran de verdad gracias de Dios o serían inventos suyos. Y hasta lo que le agradaba y daba más paz: la clausura, la oración, el silencio, todo se le vuelve sequedad.
María se siente desamparada y el capellán de las religiosas consulta a quienes pudieran ayudarla. Dicen que el Obispo supo entonces ver en María de Jesús una mujer con vocación, y muy llena de Dios y con dones de consejo, y le pidió orientación en un asunto que le preocupaba.
María había vencido ya muchos obstáculos exteriores antes de entrar en el convento….y dentro de él también. Estando María ya en el convento, el papá le llevó, siendo aún novicia, un pretendiente. Y otro caballero, enamorado de María, no queriendo que ésta fuese admitida a hacer su profesión, declaró falsamente que María le había prometido matrimonio.
María, con la gracia de Dios y la ayuda de quienes la escucharon y supieron orientarla, logró vencer también los obstáculos interiores que le habían quitado la paz. Con gran gozo, hará su profesión solemne el 17 de mayo de 1599.
Los biógrafos de María de Jesús, se basan en el libro escrito por su amiga y confidente Agustina de Santa Teresa, que comenzará a escribir por encargo especial del vicario de religiosas que dudaba del espíritu que animaba el corazón de María . El escrito que comenzó siendo un informe, terminó siendo un bellísimo manuscrito, poniendo a la luz las maravillas que Dios hace en el corazón de quien se abre con generosidad, como fue el corazón de María de Jesús. De igual belleza fue sin duda la amistad que fue creciendo entre Agustina de Santa Teresa y María de Jesús. Amistad que duraría para siempre.
María, acoge los dones de Dios y su generosidad los hace fecundos: dones de oración, de consejo, de discernimiento y todo esto lo vivía con sencillez y humildad. Dios hizo obras grandes en María de Jesús para bien de muchos.
Estos dones tuvieron también, como consecuencia para ella, sufrir incomprensiones de quienes no supieron acoger el misterio de esta mujer tan llena de Dios.
Cuentan que, poco antes de morir, María le dijo a Agustina que quería que recibieran juntas la comunión como acción final de la santa amistad que les había unido. Y comulgaron juntas las dos amigas. Y a las 3 de la tarde del 11 de junio de 1637, en la fiesta de Corpus Christi, moría María de Jesús a la edad de 58 años. Ya para morir, el obispo le preguntó si deseaba algo. Ella le contestó: “Sólo a Dios quiero, de todo lo demás, ni cuido, ni me desvela; porque todo queda en la mano omnipotente del Criador”.
Dicen que ben-decir es decir bien, hablar bien….Bendecir a Dios es proclamar su bondad, es contar las maravillas que ha hecho por nosotros. Es gracias a Agustina que conocemos el relato de la vida de María de Jesús. El texto de Agustina pudo ser un simple informe, como se lo habían pedido, pues se dudaba que las vivencias de María de Jesús fuesen cosa de Dios. Agustina habla bien de Dios y habla bien de María de Jesús. La verdadera amistad nos hace lúcidos, y cuando amamos al amigo con amor de Dios, la amistad se vuelve una continua acción de gracias.
“Y dijo María: Alaba mi alma la grandeza del Señor, y mi espíritu se alegra en Dios mi Salvador” (Lc, 1, 46-47)
Ver:

Avé Maria Puríssima !

Santa Beatriz da Silva

As Irmãs a seguir

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