setembro 11, 2014

“El Templo de las Monjas”–Mérida, Yutacan Monasterio deNuestra Señora de la Consolación

 


De arquitectura gótica, esta vetusta construcción religiosa, que se abrió al culto católico en 1596, es el único de toda la Arquidiócesis de Yucatán que no cuenta con una entrada principal, sino que sólo se puede acceder a él por el costado que da a la calle 63. Un recorrido por su interesante historia
De las monjas sólo nos quedó el nombre. El Templo de Monjas o de Nuestra Señora de la Consolación, para decirlo más correctamente, cumplirá este 22 de junio 412 años de su apertura, en 1596, como el primer convento que se estableció en Yucatán, según diversos registros históricos, pero que a la fecha funciona como capilla en el centro de la ciudad de Mérida. El edificio, construido por motivos espirituales y por usos y costumbres que regían en la época colonial, perdió desde la segunda mitad del siglo XX gran parte de su estructura, sobre todo los claustros en donde se albergó la congregación de las monjas Concepcionistas que lo manejaron hasta el 12 de octubre de 1867, cuando fueron expulsadas en virtud de la ejecución de las Leyes de Reforma a cargo del general Manuel Cepeda Peraza.
De arquitectura gótica, el llamado Templo de Monjas, abierto al culto católico en 1633, es el único de toda la Arquidiócesis de Yucatán que no cuenta con una entrada principal, sino que a él debe accederse por el costado que da a la calle 63.
Sus claustros quedaron a cargo del gobierno, donde en el siglo pasado funcionó lo que se conoció como “El ágora del Fonapas”, aquel fondo nacional de arte popular de los gobiernos priístas de los setentas y ochentas. Hoy ahí se encuentra la Casa de la Cultura del Mayab.
Asimismo, del templo sólo quedó el atractivo del mirador, al que, paradójicamente, no cualquiera accede para poder admirar la ciudad de Mérida desde ahí.
De acuerdo con el obispo Crescencio Carrillo y Ancona, en su libro “El obispado de Yucatán. Historia de su fundación y de sus obispos”, y con la tesis “El convento de Nuestra Señora de la Consolación”, de Ana Patricia Uribe Euán y Felipe de Jesús Castro Medina, el convento comenzó a construirse en 1586, en el gobierno de Antonio de Vozmediano, a quien, por cierto, un presbítero de apellido Lara acusó de enriquecimiento ilícito mediante el comercio de mantas e hilos, valiéndose de los repartimentos, pero protegido por el Virrey y la Audiencia.
Antes de Vozmediano, diversos yucatecos escribieron al Rey de España que un edificio construido para hospital fuera destinado a un monasterio de monjas, a fin de que “pudiesen encontrar albergue seguro las doncellas huérfanas pobres que no pudiesen establecerse dignamente”, según Uribe Euán y Castro Medina, quienes citan a Juan Francisco Molina Solís y su “Historia de Yucatán. Dominación española”, publicado en 1988.
Según cuenta la fábula recogida por estos dos historiadores de la Facultad de Ciencias Antropológicas de la Universidad Autónoma de Yucatán, el hijo del gobernador, Alvaro de Vozmediano murió en un naufragio rumbo a España, lo que deprimió a su prometida, Carmita de Ordóñez, quien tuvo un dolor tan grande que decidió consagrar su vida a Dios en un monasterio, pero se halló con que no había ninguno en Mérida.
Diego de Ordóñez, padre de la prometida, comunicó al gobernador los deseos de su hija y con otros personajes de la alta sociedad colonial se puso de acuerdo para construir el convento. Además, se sabía que no sólo Carmita quería refugiarse en un convento.
Se dice que Vozmediano acogió con beneplácito el proyecto y además vio en él el motivo ideal para recuperar su prestigio luego de que fue acusado de corrupto. De ese modo, el gobernador pidió el apoyo y la autorización del obispo Fray Juan de Izquierdo, quien dio la opinión de que el monasterio debía ubicarse en Mérida.
La población española de la provincia vio con buenos ojos la idea y a partir de 1589 se formó una especie de sociedad para acoger fondos y fomentar la construcción. De todos los ciudadanos el rico encomendero Fernando de San Martín fue quien donó las dos terceras partes de sus bienes, además de que Vozmediano escribió al Rey Felipe II para pedirle ayuda económica para el sustento de las religiosas. Las villas de Valladolid y Campeche también colaboraron, la primera con un donativo de 2,101 pesos el 22 de mayo de 1589.
Hernando de San Martín reunió 25 mil pesos de tipuzque, el llamado peso en oro que equivalía a ocho reales ó 272 maravedíes, según Diego López Rosado en su “Historia del peso mexicano”. De esa cantidad, diez mil pesos de tipuzque eran de San Martín. Asimismo, se indica que se gastaron 24 mil pesos en hacer venir a seis monjas de México y en la construcción de las paredes y oficinas del monasterio.
La construcción del templo comenzó a mediados de 1590, pero Vozmediano no pudo seguir porque en 1593 entregó el gobierno a Alonso Ordóñez de Nevara, quien la continuó, pero tampoco la concluyó pues murió en mayo de 1595. En ese momento, el Ayuntamiento de Mérida se reunió y nombró alcalde y justicia mayor al bachiller Diego de la Cerda, vecino de esta capital, quien ejerció interinamente el gobierno y fue en cuya administración que se terminaron las obras del monasterio.
Pero no se inauguró sino hasta el 22 de junio de 1596, a los pocos días que tomó posesión como gobernador el hidalgo Carlos de Sámano y Quiñones, quien anteriormente fue gobernador del castillo de San Juan de Ulúa.
Las religiosas fundadoras del monasterio, según las fuentes consultadas, fueron sor Marina Bautista, como abadesa; sor María del Espíritu Santo, como portera y tornera mayor; sor Ana de San Pablo, maestra de novicias; sor María de Santo Domingo, vicaria del convento; y sor Francisca de la Natividad, vicaria del coro y organista. Pero Francisco de Cárdenas Valencia, en su “Relación historial eclesiástica de la Provincia de Yucatán de la Nueva España escrita en el año de 1639”, menciona una religiosa más, Juliana de la Concepción.
En el monasterio las religiosas observaron la Regla de Santa Clara confirmada por Julio II en 1511 y estaban sujetas al obispo de la diócesis que en esa fecha de la fundación era Fray Juan de Izquierdo.
Las primeras señoritas que ingresaron al convento fueron Isabel de Bojórquez, Carmita de Orduña y María Rosa Canché. También ingresó la viuda de Francisco Barrio, que era una descendiente del Emperador Moctezuma y que había llegado a Yucatán junto con Beatriz de Herrera y cuyo nombre de religiosa fue Leonor de la Encarnación.
La iglesia que hoy conocemos en esa esquina se construyó 14 años después de la inauguración del monasterio y fue el mariscal de campo Carlos de Luna y Arellano, gobernador de Yucatán, el que puso la primera piedra en la parte del coro con una imagen de la Purísima Concepción y una moneda de Agnus Dei, es decir, un medallón de cera que tenía grabada la figura de un cordero que llevaba una cruz-estandarte, el 29 de marzo de 1610.
El templo tardó en construirse más de 20 años. Se concluyó el 9 de julio de 1663 y su titular fue Nuestra Señora de la Consolación. Y para poder concluir con la construcción de la iglesia fue necesario erogar más de 14 mil pesos de las dotes de las religiosas.
En esa iglesia se encuentran sepultados el ilustre obispo Fray Ignacio de Padilla, benefactor del convento y la monja Leonor de la Encarnación.
Con el paso del tiempo las religiosas del monasterio no sólo se dedicaron a labores propias de su culto, sino que ayudaron con la formación de un plantel de educación para niñas y una casa de beneficencia para señoras ancianas y desvalidas, además de que vendieron dulces, panes, galletas y frutas.
En su mejor época el convento incluía toda la manzana segunda del cuartel tercero y parte de la manzana tercera, entre las actuales calles 61, 64, 63 y 66 A. La extensión del convento fue de dos manzanas y la superficie del templo de 2,137.55 metros cuadrados, según Justino Fernández en el “Catálogo de construcciones religiosas de Yucatán”. El monasterio tuvo muros elevados y sólo se tenía acceso a él por una puerta situada en la calle 63.
El cenobio (monasterio) concuerda un poco con la Catedral de Cuernavaca en cuanto a su altura y forma. La estructura de la iglesia es de mampostería, cubierta de bóveda de una sola nave, decorada por el presbítero Pedro Pérez Elizagarray. En la actualidad se conservan el atrio, el templo y la casa cural. El templo tiene 47.50 metros de longitud, 9.95 metros de ancho y 16.60 metros de altura interior, con excepción del presbiterio que tiene 18.50 metros de altura. Tiene coros, tres confesionarios, la sacristía, el campanario y el mirador.
En el mirador tomaban el fresco las monjas y desde él podían recibir, por medio de canastillas arriadas, los donativos de los fieles que pasaban por la calle cuando se clausuraban las puertas del convento.
(Rafael Gómez Chi)

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