dezembro 03, 2012

A alegria de servir a Deus

 

La hermana María Goreti Pereira Pedrosa, es una guapa portuguesa que al realizar trabajo social y convivir con personas pertenecientes a las clases menos favorecidas, sintió el llamado de la vocación religiosa y decidió profesar y hacerse monja concepcionista.

La hermana Goreti Pedrosa: La alegría de servir a Dios

Pereira Pedrosa, es guapa, blanca, de cabello obscuro, ojos aceitunados y nariz recta; su rostro y figura echan por tierra el manido cliché de que solamente se deciden a hacerse religiosos personas de presencia poco favorecida por la naturaleza.

Nos cuenta que nace en una familia de seis hermanos, en una pequeña población portuguesa, donde curiosamente hay otros parientes que han optado por el sacerdocio o la vida monástica. Empero, no catalogó a la suya como una familia particularmente devota o especialmente distinguida por sus prácticas religiosas. Podría decir que cumplen con acudir a las misas dominicales de precepto y hasta ahí, apuntó.

Admite que el llamado a su vocación no fue fácil. Que tuvo en la adolescencia algún novio y que al momento de decidirse a tomar los hábitos, tuvo que cuestionarse seriamente respecto a si sería capaz de mantenerse en un camino tan complejo y arduo, por los sacrificios inherentes no solo a los votos de obediencia, pobreza y castidad, sino por lo que para ella en particular significaba el hecho de renunciar a tener una familia. “Me gustan mucho los niños”, subraya y “creo que para los padres no hay alegría más grande que contemplarse en sus hijos, pero el llamado de Dios es algo que solamente conocemos aquellos que hemos sido tocados por esta vocación y es de una fuerza irresistible”, explicó. “Más aún”, agrega, “mi madre lloró mucho al conocer mi vocación y recurrió a todos los medios a su alcance para intentar disuadirme”, destaca.

La hermana Goreti, como se le llama en Pastoral del Amor —donde realiza una loable labor social con personas afectadas por diversas discapacidades— menciona que la vida del religioso es complicada porque implica renunciar a muchas cosas, no solamente a las tentaciones del mundo, ni a la posibilidad de formar una familia, sino incluso a la presencia y contacto con familiares y amigos.

“En mi congregación nos mandan a diversos lugares, dependiendo de lo que se requiera. Generalmente estamos en algún sitio por espacio de entre uno y tres años, aunque la estancia puede prolongarse hasta por un término de nueve. Si bien, se intenta que no sea por mucho más, porque la idea es que no desarrollemos apegos”, señala.

Comentó que ya anteriormente, desde el 96, había llegado aquí a Yucatán, donde estuvo alrededor de un año, siempre apoyando la labor de la Pastoral del Amor.

“Llegué a Mérida, tras quince días de un intensivo curso de español”, recuerda. “La ventaja es que el portugués es muy semejante al castellano y no tuve gran dificultad con el idioma. Ahora mis compañeras dicen que hablo muy aporreado”, se ríe.

Subraya que no ha tenido problema con las diferencias climáticas de nuestra tierra, máxime considerando que su región natal es muy fría y seca y Yucatán es especialmente caluroso y húmedo. “Soy muy adaptable”, nos dice, “incluso tampoco he tenido problema con la diferente manera de comer. Le entro a todo, hasta al chile habanero”, se ufana.

“Lo mejor de estar aquí es la gente”, puntualiza. “El yucateco es amable y generoso, muy cálido. Francamente su temperamento es muy distinto al de mis paisanos que no se caracterizan precisamente por su amabilidad.” En contrapartida, ha podido notar aquí una muy marcada diferencia en el trato entre personas pertenecientes a diferentes estratos sociales, que no existe en su país natal.

“Me gusta lo que hago. Amo vivir para ayudar a los demás. Pertenezco a mi Dios, en cuyas manos me pongo para desarrollar mi tarea, misma que hago con alegría, porque lo que se hace por los más pobres, se hace por uno mismo y se hace para gloria de Dios”, destaca. “El Señor ha dispuesto y dispone lo que es mejor para mí, yo solamente trato de brindar a los demás, algo de ese inmenso amor que Dios tiene para todos nosotros y que es para mí, la razón de vivir”, concluye.

Avé Maria Puríssima !

Santa Beatriz da Silva

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