abril 15, 2013

Yucatán.Mérida-México «Monjas Concepcionistas»


Ex Convento de Monjas
Se encuentra situado en la calle 64 con 63 y se le conoce como Templo de Monjas o de Nuestra Señora de la Consolación. Este edificio se construyó en el S. XVI para albergar una congregación de monjas Concepcionistas En 1633, se abrió al culto el templo de Nuestra Señora de la Consolación; anexo al convento ya establecido. Su arquitectura es de estilo gótico. En lo que fueron sus claustros actualmente se encuentra la Casa de la Cultura del Mayab. Su principal atractivo es un mirador en alto, desde donde se puede admirar la ciudad.










  • CASA DE CULTURA DEL MAYAB
  • Calle 63 No. 503-A entre 66 y 64, Centro Histórico
    Teléfonos: 923 61 85 y 928 00 90
    Horario de atención: lunes a viernes de 8:00 a 15:00 horas

    La Casa de la Cultura del Mayab, fundada en 1983, está ubicada en el hermoso edificio del ex Convento de Monjas, que data del Siglo XVI (año de 1596), fecha en que se inicia su construcción durante el mandato del gobernador don Antonio de Vozmediano. En consecuencia del decreto de extinción de comunidades religiosas -con fecha 4 de septiembre de 1867-, ese convento fue cedido al Gobierno del Estado, mismo que en 1868 ordenó fraccionarlo en habitaciones particulares, abriéndose después la calle 66 entre 61 y 63. En el lapso de 1915 a 1916, por mandato del General Salvador Alvarado, el templo con sus dependencias fue retirado del culto y puesto a disposición de la Comisión Reguladora del Henequén, y el 20 de septiembre de 1920, el templo fue devuelto al clero. Entre los distintos usos que tuvo el ex Convento de las Monjas Concepcionistas durante el siglo pasado, podemos mencionar que albergó distintos planteles educativos como: Instituto de Niñas; la escuela Josefa Ortiz de Domínguez; la escuela Normal Mixta y, a partir de 1948, la escuela secundaria Adolfo Cisneros Cámara; y en 1973 la Escuela Normal de Educadoras.    
  • Nuestra Señora de la Consolación. Notas de y para la historia de un convento en la Mérida novohispana.






Resumen En el artículo se exponen algunas notas sobre la historia del convento de Nuestra Señora de la Consolación, edificado en los últimos años del siglo XVI en la Mérida novohispana. Un rasgo de importancia del conjunto religioso, aun no estudiado del todo, radica en que fue el único monacato femenino en toda la Península de Yucatán. A él debían de recurrir las mujeres de la sociedad colonial por razones diversas, y también era refugio de otras que, siguiendo las pautas de los varones, presentaban "anomalías sociales". El convento comenzó como mendicante y con los años alcanzó un estaus social y económico en la región. Fue clausurado definitivamente en 1867. Abstract In the article some notes are exposed on the history of the convent of Nuestra Señora de la Consolación, built in the last years of the XVI century at the Merida novohispana. A feature of importance of the religious group, not yet studied completely, it resides in that was the only feminine monacato in the whole Peninsula of Yucatan. To ir the women of the colonial society should appeal for diverse reasons, and it was also refuge of others that, following the rules of the males, they presented "social anomalies". The convent began as mendicant and with the years it reached a social and economic estaus in the region. It was closed definitively in 1867. ********** La Mérida Novohispana La ciudad de Mérida fue fundada en la antigua provincia novohispana de Yucatán por Francisco de Montejo, el Mozo, el 6 de enero de 1542 sobre los vestigios de la antigua ciudad maya de T'hó o Ichcansihó, de acorde a las instrucciones que su padre, el Adelantado del mismo nombre, le diese. (1) A pesar de que no fue la primera fundación española en la península yucateca ya que le precedió el puerto de San Francisco de Campeche, Mérida, situada tierra adentro, constituyó desde sus orígenes la principal plaza estratégica para la conquista del territorio. (2) Una vez que el escribano Rodrigo Álvarez levantó el acta correspondiente a la fundación de la ciudad, el Mozo nombró el primer ayuntamiento, integrando por los conquistadores Gaspar Pacheco y Alonso Reynoso, como alcaldes, y para regidores, Jorge de Villagómez, Francisco de Bracamonte, Francisco López de Cieza, Gonzalo Méndez, Juan de Uturruatia, Luis Díaz, Hernando de Aguilar, Pedro Galiano, Francisco de Berrio, Pedro Díaz, Pedro Castilla y Alonso Arévalo. (3) Las nuevas autoridades empezaron su tarea designando como secretario y escribano a Juan López de Mena; mayordomo, a Alonso Molina, y procurador a Francisco Lubones. Por recomendación especial del rey, quedó nombrado alguacil mayor Cristóbal de San Martín y se inscribieron en el registro naciente de la ciudad de Mérida Francisco de Montejo, el Mozo, y esposa doña Andrea de Castilla, y aproximadamente una centena más de personas. (4) La nueva sociedad de la recién fundada ciudad de Mérida y sus alrededores, estuvo integrada, además de europeos, por indígenas nahoas de la encomienda del Adelantado en Atzcapotzalco, cerca de Tenochtitlán, y mayas aliados al Mozo, así como parte de los antiguos habitantes de T'hó, quedando los ibéricos en la parte central del nuevo conglomerado urbano. (5) El trazado para el asentamiento hispano se organizó a partir de la plaza de la ciudad precolombina, otorgando a la Iglesia la manzana oriente destinada para la Catedral y el palacio Episcopal; la manzana norte se le otorgó, una mitad al gobierno para la construcción de su sede, y la otra al ayuntamiento. La manzana del sur fue íntegramente para Montejo, el Mozo, y por ende al Adelantado, para erigir su residencia; el costado poniente de la plaza permaneció baldío ya que ahí se encontraba un enorme montículo prehispánico conocido como Backlunchaam, el cual permanecería por muchos años, hasta que fue demolido en su totalidad en el segundo tercio del siglo XVII. (6) Una década después de la fundación de Mérida, habiéndose logrado la pacificación de la zona norte de Yucatán, comenzó la construcción de las principales obras de la ciudad por parte de los conquistadores que no abandonaron la región en busca de mayor fortuna en otras regiones americanas, y por haberse incrementado la población con la llegada de las esposas de los conquistadores y por otros pobladores recién asentados. Dentro de las edificaciones primarias se contempló la construcción de un hospital para el cual el alcalde mayor Gaspar Suárez de Ávila donó un solar ubicado en el costado norte de la Catedral. Al concluir este edificio, el cual no fue habilitado de inmediato, el cabildo solicitó que fuera donado para utilizarlo para convento de monjas, sin embargo, el rey no autorizó el cambio. (7) En el ocaso del siglo XVI el gobernador Antonio de Voz Mediano, con el apoyo de gran parte de la población retomó la idea del convento y solicitó que se fundase uno en Mérida. Para dicha obra el ayuntamiento donó un extenso terreno a una cuadra al poniente de la plaza mayor. El terreno se ubicaba al final del enorme cerro precolombino, y constituía en aquel tiempo los límites de la ciudad por ese costado. (8) Después del asentamiento hispano seguían a sus alrededores los pueblos de indios, siendo los más cercanos los de San Juan y Santa Lucía, por el sur y el norte respectivamente, y los de Santiago y Santa Catalina los más alejados, ambos por el poniente. (9) En el siglo XVIII, en la década de 1760 la política borbónica adoptó para las ciudades de sus colonias americanas medidas de transformación para un más eficiente rendimiento y control de las mismas, lo que se puede considerar la primera modernización de las ciudades americanas. En el caso de Mérida y su crecimiento, es interesante observar el proceso de fundación de la ciudad, la ubicación del convento de las R.R. Concepcionistas en los límites de la misma y cómo, con el paso del tiempo, quedó envuelto en el corazón del tejido urbano. La reducida expansión de la ciudad primaria originó que se ubicase en los límites de aquella, si bien la distancia del solar designado para el convento estaba a poca distancia de la plaza mayor. Acaso la designación en aquel sitio, rumbo al puerto de Sisal y sitio de numerables acosos, de piratas también pudo deberse a servir como una primera apelación al auxilio divino contra los enemigos. (10) La sociedad femenina meridana en La Colonia La sociedad meridana no ha sido objeto de estudios que permitan conocerla de manera amplia, aunque es posible acercamos a grandes pinceladas a los hombres y mujeres que la vivieron durante la etapa colonial a través de investigaciones colaterales. Sabemos que la ciudad de Mérida fue asiento de encomenderos en su gran mayoría, y también de comerciantes y burócratas; pero, ¿y las mujeres de ese entonces? Historiadores diversos que hacen referencia a la población de la ciudad se limitan a decir que las damas de la sociedad criolla eran remitidas al convento de monjas, cuando no, se daba por hecho que formaba una familia con el esposo. La imagen que se ha manejado de la mujer, al igual que para toda la sociedad femenina en los dominios españoles, es la de una recluida, guardiana del honor de la familia, dedicada exclusivamente a tareas domésticas y religiosas. Entre las "anomalías" de esa imagen, en Yucatán es de llamar la atención, por ejemplo, la existencia, al igual que en otras parte de las colonias en América, de mujeres encomenderas --lo cual era lícito pero con restricciones--; es por igual sorprendente que se les circunscribiese dentro del padrón de encomenderos varones, sin hacer mención de su condición de mujer más allá del nombre. (11) En el aspecto religioso el ideal de mujer se concebía como monja, pero es de llamar la atención que aún dentro de ese mundo de religiosidad, y al igual que en el mundo exterior, las novicias estaban obligadas a casarse, pero en este caso era como Sposa Dei, literal y figurativamente esposa de Jesucristo. Por igual, debían tener la "cualidad" de virgen con lo que se identificarían con la madre de Jesucristo. (12) En esos papeles de madre y esposa se muestra el ideal de virtud y el modelo de linaje familiar que debía seguir la mujer en la América española. Por mucho tiempo la situación de la mujer durante el período colonial ha sido vista a través de una imagen "monolítica e indiscutida", lo cual representaba al llamado sexo débil como menores de edad de manera perpetua y como rehén o prisionera del sexo fuerte y de las normativas morales de la Iglesia. Sin embargo, esa concepción se consagró en el imaginario colectivo del siglo XIX. (13) Los relatos de viajeros que llegaron a la Nueva España en el siglo XVII, señalan a la mujer con una imagen placentera. Les llamaba la atención la libertad de movimiento de las mujeres en los espacios públicos; la forma provocativa que tenían al vestir y de andar; la afición por el chocolate y el tabaco que fumaban incluso por la calle, y la pasión por los naipes, aunque, claro, no todas tenían esa actitud o comportamiento. (14) Esas dos posturas extremas, en tanto generalizaciones mutuamente excluyentes, resultan igualmente falsas, aunque ambas contengan parte de verdad. Lo que es innegable al caso, es que presentan aspectos parciales de una realidad compleja: la de la propia sociedad virreinal que siguió un desarrollo social diferente a la de España o Europa. (15) Sin embargo, la situación planteada se modificará a lo largo del siglo XVIII, centuria en la que los márgenes de acción van a estrecharse, endureciéndose la situación de las mujeres, debido, de acuerdo a Joan Landes, a la lógica propia de la Ilustración, sobre todo a la ideología roussoniana que abogaba por una estricta división de los espacios y papeles de cada sexo. (16) Cabe entonces la posibilidad que este endurecimiento contribuyese a la asunción, por parte de los hombres de la centuria decimonónica, de una imagen mucho más estricta e inflexible de la mujer colonial que la que en realidad se tuvo. (17) Antes de proseguir es necesario apuntar que las consideraciones que se hacen sobre "la libertad de movimiento de las mujeres en espacios públicos", así como de las pautas de funcionamiento de los márgenes de lo informal, que produjo, extrañeza en los españoles peninsulares y viajeros extranjeros, (18) provienen de observaciones principalmente de la vida cotidiana de la ciudad de México. La pregunta a contestar sería, Les posible transpolar esos datos, provenientes de la mayor ciudad colonial de América, sede del virreinato, asiento de ricos comerciantes y mineros, etc., a todo el espacio geográfico que correspondía a la Nueva España? No se aboga por la existencia de varios patrones de conducta social muy diferenciados entre sí, pero es necesario pensar ciertas diferencias entre el centro novohispano (con comercio, minería, ganado, agricultura, etc.) y Yucatán en concreto (con ganadería de estancias y haciendas, y maíz, principalmente), originadas por las condiciones económicas entre esas dos regiones y, por ende, de sus moradores. En la propia provincia yucateca existieron diferencias entre la sociedad campechana y la meridana. González Muñoz y Martínez Ortega han abordado el arcaísmo existente en los patrones mentales del cabildo de Mérida y de sus pobladores, y la mentalidad más abierta de los campechanos durante la vida colonial (éstos últimos con una riqueza basada en el comercio marítimo como principal puerto peninsular). (19) Qué esperar entonces de zonas tan disímiles en lo económico y de población diversa como la capital del virreinato. Sin duda que no parece correcto apropiarnos de las circunstancias socioeconómicas de la ciudad de México --y por ende de la forma de pensar y sentir de sus habitantes--, para hacer referencia a una sociedad distante, cerrada y conservadora (y lo sigue siendo) como la meridana. (20) A falta de estudios referente a ésta última, para el caso de Mérida retornamos lo señalado por Martínez Ortega sobre el cabildo de esta ciudad durante el siglo XVIII, para conocer, aunque sea de paso, las circunstancias de los moradores de la capital yucateca, ya que, tal como dice la autora, "el cabildo traslucía todas las glorias y tensiones de la sociedad que gobernaba", siendo posible ver a través de sus miembros la realidad económica, social, y la mentalidad del tejido social. (21) Durante la centuria mencionada el cabildo de Mérida se componía, a diferencia del campechano y de la villa de Valladolid, al oriente yucateco, de viejos criollos de ascendencia conquistadora e inmigrantes, siendo notoria la sucesión de padres a hijos de los cargos capitulares y otros familiares. Esa agrupación social conformaba la "aristocracia" yucateca que, a pesar de su cerrazón, dio cabida a inmigrantes peninsulares y extranjeros que llegaron como burócratas o mercaderes. El resultado final de un proceso endogámico y de la relación de parentesco por medio de lazos de matrimonio para beneficio familiar, fue la conformación de una elite que defendía a toda costa su origen conquistador --a pesar de los llegados con posterioridad--, un grupo reducido que en la Mérida colonial controlaban los aspectos económico, social y político. (22) En el mundo de la sociedad emeritense la presencia femenina sobresalía únicamente cuando se hablaba de religión, y si de religión y mujeres se trataba no podía faltar mención de la R.R. Monjas Concepcionistas, único sitio femenino de clausura en toda la región peninsular novohispana. La situación que ocupaban los conventos, y en consecuencia la mujer, en la sociedad virreinal ha atraído recientemente la atención de investigadores, enriqueciendo consecuentemente el papel económico, social y religioso que ésos y aquellas jugaron en el centro novohispano. (23) Subrayamos la situación geográfica de esos estudios ya que, al caso del único monacato femíneo fundado en la Península de Yucatán, existen contados trabajos con restricciones, muchas interrogantes aún por descifrar, e información por conocer a través del análisis de la documentación y la arquitectura. (24) A pesar de que se hace referencia a rasgos regionales o patrones mentales con variaciones, no por ello se piensa que las llamadas "desviaciones" de las normas sociales (por ejemplo: la mujer soltera mayor de edad a los veinticinco años, la viuda, la mujer abandonada, o la casada con hombre borracho y derrochador, prostituta, la hija de unión ilícita) u otras situaciones no deseadas para la mujer no existiesen en la Mérida colonial. Es lógico considerar su existencia, pero, tal como opinan Quijada y Bustamante, la cotidianeidad hizo que esas situaciones se convirtieran en norma, aunque fuese norma "informal". (25) Con estos antecedentes es posible pensar que los requerimientos tan rigurosos para la admisión de las religiosas en el convento fuesen más flexibles de lo estipulado, … Link:




































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